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LA TRADICIÓN, EL ALMA DEL PATRIMONIO.
Nuestro día a día está rodeado de costumbres, de acciones que realizamos como cotidianas y que en verdad han sido adquiridas para llevar una forma de vida por la que todos nos regimos; nuestra cultura. Desde los hechos más pequeños hasta lo más logrados, están guiados por unas premisas que nos hacen constituirnos como somos. En este artículo os quiero mostrar cómo es el alma del patrimonio. Este se compone de lo material, lo que lo conforma, pero también de lo inmaterial, lo intangible que le da un significado y lo posiciona dentro de nuestro orden de vida. Es aquí donde conseguimos verlo cercano, hacerlo cotidiano en nuestro presente. Cada objeto considerado como patrimonial, ya sea un inmueble o mueble, va cargado de un mensaje que lo hace ser único, de igual manera que se puede observar desde distintos puntos de vista según quien lo mire. El objetivo de este nuevo artículo es presentaros los bienes patrimoniales, sean de la índole que sean, como elementos cargados de sentimientos y vivencias. Es un aspecto inseparable que todo bien posee. De esta forma, se llega al respeto que todo patrimonio debería de tener como principal derecho para su correcta conservación y perpetuidad en el tiempo. Muchos de estos valores han ido adquiriéndose a lo largo del tiempo, otorgando de mucho más significado e importancia a todos los bienes que nos rodean. De la misma manera, se han ido transformando según nuestras necesidades, ajustándose a los distintos estilos de vida por los que ha ido pasando. El valor intangible está en ver todo ese tiempo pasado, y cómo el bien lo ha ido asumiendo, dejando en él las marcas del paso del tiempo. Esta es la tan famosa frase que no falta en ningún informe de estado de conservación de ninguna obra “los daños producidos por el paso del tiempo”.
A esto se le suma su funcionalidad, el sentido de su valor le otorga la funcionalidad y con ello un uso para lo que ha sido realizado. El uso es otro de los principales factores que marcan la vida de un bien. Es cierto que la perpetuidad de la obra depende también de cómo la conservemos, pero aun conservándola bien, el original tiene una vida igual que nosotros. Los materiales envejecen. Como ya podéis ir entendiendo, la tradición es lo que nos hace mantenernos cerca del patrimonio, porque lo hemos otorgado de algo intangible, llamémosle “alma”, que le hace tener una particularidad cercana al sentimiento de una persona. Todo lo hacemos cercano de esta manera. Con el tiempo acumulamos valores y modificamos tradiciones sin olvidar las bases del pasado, la hacemos más a nuestra imagen y semejanza de la vida que llevamos. Nos sentimos más unidos, es el principal objetivo. Es el triángulo que debe funcionar siempre, el bien (otorgado de valores y funcionalidad), nosotros (conectando con el bien en concreto), y el sentimiento que nos causa (el hecho que nos llena, y que nos hace sentir satisfacción, admiración y/o devoción). La tradición viene cargada de patrimonio, y en la mayoría de los casos el patrimonio va cargado de tradición. Por enumerar algunos casos, las tradiciones más arraigadas a nuestra cultura pueden ser algunas romerías, como nuestra Virgen de la Cabeza o El Rocío, la Navidad o nuestra Semana Santa. Todo esto lleno de significado y que sin duda une el patrimonio con el sentimiento. Aunque la tradición está en otras muchas cosas, en los inmuebles y muebles que nos rodea, cargados de historia que por su denominación o porque vivieron en una época donde fueron importantes, se les considera valiosos y significativos entre nosotros. Otorgan importancia a nuestros pueblos y ciudades. Así como en un objeto que tengamos, carente o no de valor artístico, y que por su historia provenga de una herencia familiar y siga entre nosotros (el valor sentimental).
La tradición está en todo, y como tal la debemos mantener, intentar que no se pierda, mantenerla unida a aquello que le da su significado, sentirla de la forma que queramos, pero respetándola. Esa es nuestra vida, y el patrimonio nos ayuda a vivirla. Natividad Poza Poza. Conservadora y Restauradora de Bienes Culturales. (Artículo publicado por la Revista Arto&Claro, 27 Enero 2022). |
EL PATRIMONIO QUE NOS RODEA EN LOS MUSEOS.
Salimos de casa con la intención directa de despejar nuestra mente de nuestra rutina diaria, nos dirigimos a dar un paseo, a que, como se dice, “nos dé el aire”. Buscamos relajación, evadirnos de lo que en el momento consideramos nuestras obligaciones, y nos dirigimos hacia esos rincones que nos ayudan a relajarnos y nos hacen sentir bien, en paz mental. Pues bien, de los rincones que podemos escoger para alcanzar esa tranquilidad bien podría llevarnos hasta los museos. Estos edificios nos ofrecen multitud de beneficios, ya no solo por la información histórica de lo que allí se guarda, sino por el bienestar que proporciona el verse arropado por tanto arte. Llego hasta aquí porque me gustaría dedicarle un artículo a los museos, ya que son lugares que dentro de la importancia de la conservación artística, se encuentran en el primer nivel. Ahora bien, lo que entendemos como una visita rutinaria a un museo durante un viaje exprés, o las recomendaciones ineludibles que convierten visitas de ocio en algo obligatorio, puede cambiar a la vez que nosotros optemos por valorar el contenido de dicho inmueble, y beneficiarnos de una manera abierta de todo lo que nos puede proporcionar. Un museo se puede mirar de muchas maneras, incluso desde el punto de vista íntimo. Es más, las visitas a estos edificios bien podría calificarse de relajación e inspiración, para iniciar cualquier acción posterior en tu vida. Un lugar de reflexión que te ayude a pensar, y al que poder volver las veces que te apetezca. Son muchas las personas que acuden a estos edificios de forma pasajera, sin ver nada más que las obras de los principales artistas, pararse ante ellas y volverse para mirar otra. Así sucesivamente hasta quedar con la cabeza colapsada por composiciones y artistas de todas las épocas. Propongo ante esto lo siguiente; entremos a los museos con la mentalidad de no verlo todo “obligatoriamente”, sino de disfrutar el momento ante la obra en concreto que mejor te parezca. Sentarse en unos de los bancos de las salas y observar desde allí la pintura o escultura. Pensar ya no solo en qué simboliza, sino primeramente en su ejecución, dejar volar tu mente. ¿Os imagináis las obra en el taller durante su realización?, también la vida de ese autor, si sabemos su nombre, ¿cómo sería su vida, esa que difícilmente la podemos encontrar en un libro? Y si es una obra anónima, con más ahínco aún para transportarnos a otras épocas y valorar sus características.
También podemos dejarnos llevar y realizar bocetos rápidos de alguna de esas pinturas o esculturas. No son pocas las personas que han realizado esta acción, entre ellas me encuentro. Se conecta plenamente con la obra, nos ayuda a conocerla de primera mano y a valorarla como tal, dejándonos tiempo para pensar en nuestras cosas mientras tanto. Estos momentos pueden convertirse en beneficios para nosotros, acercarnos más al mundo de lo artístico y aportarnos momentos de intimidad con nosotros mismos, o si lo preferimos, en diálogo con las obras de arte o piezas artísticas que allí se encuentran.
Con esto me gustaría llegar a la conclusión de cómo podemos valorar el arte que tenemos a nuestro lado. Los museos son ejemplos de conservación, aunque las obras se encuentren descontextualizadas, y las veamos ordenadas por siglos en distintas salas. Lo cierto, es que son principales promotores de hacernos llegar la cultura, e invitarnos a que nosotros obtengamos sus beneficios de múltiples maneras. Natividad Poza Poza. Conservadora y restauradora de Bienes Culturales. (Artículo publicado por la Revista Arto&Claro, 27 Noviembre 2021). |
LA IMPORTANCIA DE CONSERVAR.
¿Y si el mundo en el que vivimos fuera algo sin pasado?, sin historia, sin nada que nos dé indicios de dónde venimos, ni nada que nos mostrase para qué estamos aquí, ni dónde iremos cuándo ya no estemos… Pues bien, cuando hablamos de conservación llevamos implícitas todas estas connotaciones, las respuestas de al menos lo demostrable, lo que perdura. En sí, la conservación es mucho más que poner algo a salvo de una posible pérdida; aunque esto sea lo inicial, le sigue una consecución de acciones que mantienen eso vivo, y una preocupación constante. El hecho de conservar, es una acción que realizamos para mantener algo que valoramos cerca de nosotros, de nuestra vida, porque nos es importante. Entonces la acción se realiza individualmente, partiendo de la base de lo sentimental, de lo que nos resulta cercano a nuestra forma de vida y de ver la misma. De esta manera creamos nuestro contexto, el contexto en el que nos basamos para solventar nuestro día a día. Pero cuando la acción se vuelve conjunta, y estos valores son los que conforman nuestra cultura, intentamos mantener al unísono el aprecio por lo que nos rodea, ya que nos hace ser lo que somos.
Como bien podéis ir entendiendo, el concepto es mucho más amplio, íntimo y personal de lo que a simple vista se puede entender por la “acción de conservar”. Cuando estamos conservando algo, como bien puede ser personal-familiar, o que nos repercute a todos, como la conservación de nuestro patrimonio y con ello nuestros bienes, estamos salvaguardando para el enriquecimiento de nuestra cultura, valores que pondrán en la palestra algo hasta ahora olvidado. El compromiso con todo esto, es desde el principio de todos nosotros, ya que lo hacemos nuestro y forma parte de nuestra costumbres, tradiciones y formas de vida que queremos llevar. Solo hace falta una leve sensibilidad para ser partícipes de lo que nos rodea. Con el simple hecho de estar predispuestos con un cierto interés, aunque sea lo más mínimo, aunque solo sea preocuparse, ya estamos conservando. En nuestro día a día el patrimonio nos rodea, igual que rodeó a los que vivieron antes que nosotros, y nosotros tenemos el compromiso de que los que vengan después lo disfruten igual. Todo esto pasa por las sensaciones que sin duda nos trasmite el estar cerca de aquello que ha pasado por cientos de años y que ahora, en estos momentos, se encuentra ante nosotros. Es una suerte el saberlo apreciar, el querer que siga entre nosotros, alegrándonos la vista y disfrutando de lo que nos pueda aportar. Natividad Poza Poza. Conservadora y Restauradora de Bienes Culturales. (Artículo publicado por la Revista Arto&Claro, 27 Noviembre 2021). |
ACERCARSE AL PATRIMONIO.
¿Conocéis la típica frase de “yo no piso una iglesia”?, o “me aburren los museos, os espero fuera”, ¿alguna vez os habéis encontrado con gente que os las haya mencionado?… yo con unos cuantos. Unos cuantos muchos, y me parece que esta idea llega ya a ser preocupante. Durante nuestro día a día, nos rodeamos de todo tipo de personas que tienen distintas formas de ver la vida, así como sus propias ideas. Muchas de estas ideas, van unidas a las típicas frases populares que se suelen decir o escuchar. Pues bien, todo es respetable, ¡todo! Lo dispar llega cuando ya no es el hecho de que algo te interese más o menos, ya es el negacionismo absoluto por algo, que hace que se cierren ante ti múltiples y diversas puertas asociadas a tu disfrute y ocio. Y sí, lo habéis leído bien, todo lo relacionado con el ocio. Cuando visitáis en vuestro periodo de vacaciones cualquier sitio, ¿qué encontráis en la plaza central del pueblo o la ciudad?, ¿qué es lo primero que se os pasa por la cabeza visitar cuando estáis viendo otros lugares?. El patrimonio es lo que se suele buscar, habrá excepciones (como en todo), pero lo que se intenta ver es la historia del lugar, descubrir sus calles y visitar o ver por fuera sus iglesias, parroquias o catedrales, así como sus castillos, museos o palacios. Todo esto que menciono es patrimonio, patrimonio del pueblo o ciudad en cuestión, que nos brinda pasar una buena tarde o mañana, con amigos o familiares conociendo nuevos espacios. Por muy pequeño que sea el lugar que visitas, siempre va a tener algo patrimonial que mostrarte, y ya te puedo asegurar que va a ser lo primero que busques. Entonces, conozcamos todo lo que nos puede mostrar cualquier rincón. Miremos con ojos curiosos, busquemos el arte, la vida que había detrás de cada obra artística. ¡Seamos curiosos! Es la primera baza a ganar en este camino que os muestro. Para acercarnos al patrimonio existen muchos medios, el viajar siempre se anima si antes conoces algo del lugar o te interesas en cuestión por algo que se encuentra por allí. Ya lo tenemos más fácil que nunca; al toque de un clic llegamos a donde se quiera, leer libros que nos acerquen o medios que nos trasmitan esas ganas de querer conocer. Un gran ejemplo de ello es la conocida “Vuelta Ciclista”, la saco a colación ya que el trabajo de difusión patrimonial que tienein a sus espaldas en las emisiones de las distintas etapas de la carrera, es enorme. A nivel nacional, la podemos considerar como uno de los principales precursores de nuestro patrimonio. Desde 1935, han narrado en directo con entusiasmo toda la historia que rodea edificios artísticos y puntos de interés de los lugares por donde iba pasando la carrera. Incluso han captado multitud de imágenes nunca antes vistas de los distintos enclaves. ArEl patrimonio puede ser visto de muchas maneras, y disfrutado de otras muchas formas. En este caso, hacen mucho sobre todo por las edificaciones religiosas, y nos lo acercan de una manera cultural y artística, sin que lleguemos a pensar en su función en ningún momento. Y ¡funciona!, nos hace mantenernos de una forma neutral frente a esas imágenes sorprendentes que nos muestran, disfrutando en ese instante de las maravillas que han llegado hasta nosotros y que tenemos la suerte de poder conservar.
Así que os propongo que comencemos con disfrutar, disfrutar de todo lo que podemos tener a nuestro alrededor, de la historia que nos muestra, abrir la mente, observar con ojos curiosos, despejarse de todos aquellos clichés que nos hacen no visitar un museo o no entrar en una iglesia. Todo es cuestión de cómo se mire, o mejor dicho, de cómo queramos mirar. Natividad Poza Poza. Conservadora y Restauradora de Bienes Culturales. (Artículo publicado por la Revista de Arto&Claro, 27 Octubre 2021). |
OBJETIVO DE MIS PUBLICACIONES; COMENCEMOS A CONOCERNOS.
Ante todo me presento: Mi nombre es Natividad Poza Poza, soy Conservadora y Restauradora del Patrimonio y voy a llevar esta sección en la revista de “Arto&Claro”. Una vez dicho esto paso a contaros lo que os tengo preparado para estos meses venideros. Mi profesión es ser restauradora del patrimonio, como he mencionado anteriormente, por lo que mi vida ronda casi todo el tiempo alrededor de obras de arte, de todo tipo y calado. He aprendido a observarlas detenidamente, y lo que es más difícil, a entenderlas. Por ello, durante mis publicaciones os mostraré algunos de mis criterios y metodologías, por la que la profesión se rige a la hora de abordar una intervención, así como lo que hay que tener en cuenta para que esta se lleve a cabo y llegue a buen puerto. ¡Bien!, ¡hasta aquí lo esperado! Estos temas los voy a tocar porque sin ellos sería incomprensible todo lo demás que os pueda contar, pero… voy a dar un paso más. Voy a subir un escalón en la forma de enseñaros mi profesión. Por lo que no me voy a centrar en desarrollar los pasos uno a uno de una intervención, o enumeraros los criterios con igual orden, sino que vamos a ampliar las fronteras. Os propongo una visión abierta, donde se tocarán temas que rodean al patrimonio. Éste, no es solo esa obra de arte que vemos, entendida como una “cosa” a la que admirar porque nos dijeron que es de tal siglo, sino que para que nos entendamos, conlleva un contexto que la hace ser lo que es. Propongo abrir fronteras, enfocar mis artículos haciendo reflexionar al lector, de manera que a partir de ese momento comience a observar el patrimonio con distintos ojos. Mis propias experiencias harán de trampolín para explicar algunos de estos temas. Será una manera reflexiva de entender el arte, y con ello poder entender el trabajo del/ de la restaurador/a, pero para ello empecemos a ver lo que rodea a la profesión. Os puedo asegurar que todo es más que plantarse ante la obra, estudiarla y comenzar a recuperarla de una manera metódica.
Con esto, propongo unos artículos más dinámicos y curiosos, no un manual de cómo afrontar una restauración, sino abordando temas que son cotidianos y muchos de sentido común, pero que sorprenderán al leerlos. Desgranar distintos aspectos que rodean a una obra artística y a mi profesión, haciéndoos entender todo en su conjunto. Vamos a aprender a comprender y a sentir el patrimonio, vamos a aprender a saber observar y mirar con idea una obra de arte. Acompañadme en esta aventura, mis publicaciones serán del todo curiosas y reflexivas, os harán manteneros pensativos. El patrimonio tiene aún mucho que deciros y os puedo asegurar que nos habla. Natividad Poza Poza. Conservadora y Restauradora de Bienes Culturales. (Artículo publicado por la Revista de Arto&Claro, 27 Septiembre 2021). |